La socialización de las nuevas tecnologías y la extensión del uso de las redes sociales permite, a cualquier usuario/a, mantener una comunicación bidireccional desde diferentes roles: en calidad de cliente, como proveedora, como colaboradora o como ciudadana, entre otros.
Uno de los pilares que explican la revolución tecnológica en la que nos encontramos actualmente tiene que ver con la aparición de dispositivos móviles con acceso a Internet, que permiten la interacción en cualquier momento y en cualquier lugar, siempre que tengamos conectividad.
Formamos parte de la comunicación en red. Esta manera en la que accedemos a la información, y nos convertimos en personas generadoras de opinión, no tiene vuelta atrás; ya no son sólo unos pocos privilegiados los que pueden dirigir las agendas informativas de los países. Cualquier persona puede poner de actualidad cuestiones que le preocupan, que le gustan o que le incomodan.
Es este contexto el que facilita la construcción de comunidades que afectan de forma importante a la imagen y funcionamiento de las organizaciones. Una comunidad es un grupo de personas que comparte intereses o necesidades comunes y son las que aportarán valor a la organización, por su potencial prescriptor y transformador. La existencia de las comunidades no es algo nuevo; lo que resulta novedoso es el impacto de las nuevas tecnologías en la relación entre las personas que las conforman y entre éstas y las organizaciones.
La construcción de una comunidad tiene por objetivo lograr la vinculación y el compromiso de los usuarios/as. Si partimos de la premisa de que toda organización o proyecto necesita una comunidad que la impulse, la pregunta es: ¿la construcción de una comunidad no es un proyecto en sí mismo? Si esto es así, ¿no será necesario conformar una comunidad interna para construir una comunidad en torno a la marca?
Como primera derivada, tenemos que plantear el debate y dar respuesta al binomio comunicación centralizada vs. comunicación distribuida. Una comunicación distribuida requiere estructurar equipos, dotarles de formación, metodología, recursos y, algo fundamental, otorgarles la confianza suficiente para poder desempeñar la tarea de forma autónoma y responsable.
Y, en este aspecto, incido en la importancia de las personas corresponsales-coorresponsables dentro de las organizaciones:
- Corresponsales porque, como apuntaba al inicio de este post, todas las personas somos generadoras de información y opinión, estamos conectadas con otras personas y conocemos de primera mano las necesidades que se generan en torno a nuestra actividad diaria.
- Coorresponsa(b)les porque entendemos que la comunicación en el contexto actual trasciende los departamentos de comunicación. Se mantiene la necesidad de contar con personas que lideren la comunicación de la organización y marquen las líneas estratégicas globales; a la vez, es evidente que, con recursos siempre limitados, solos/as no podemos. Por lo tanto, ¿de qué manera podemos participar en los procesos de comunicación de nuestra organización?
Apostar por una comunicación distribuida significa implicación y compromiso de una comunidad interna en torno a un objetivo común. Una comunicación excesivamente centralizada impide la construcción de comunidad interna y la implicación de las personas de la manera deseada. La apertura impulsa el cambio hacia un modelo en el que uno más uno no son dos, sino tres o más. Es tarea de cada organización facilitar entornos favorables para que esto ocurra.
Solo un apunte más: toda comunidad (interna o externa) ha de ser dinamizada en la medida, forma y canales necesarios si queremos obtener resultados.
¿Te ha resultado interesante? Este debate forma parte de la segunda edición del programa formativo “Especialista en Aprendizaje y Tecnología en Educación” de Kristau Eskola, en el bloque B: “Imagen y comunicación de tu centro en Internet”. Si quieres, puedes seguir el hilo en #auKEraRTIC. 😉
Arantxa Sainz de Murieta Sainz @arantxasdm Responsable de Comunicación y Marketing en Komunikatik @komunikatik